como se esperaba, pues, por ejemplo, las chullpas monumentales de Sillustani (en Perú) muestran una factura similar a la
característica constructiva incaica ([11]).
Hay todavía amplia discusión sobre el verdadero significado o utilidad de las chullpas en el paisaje altiplánico. Las
investigaciones ya han dejado de lado la idea de que las torrecillas eran exclusivamente sepulcros de elite de personajes
prominentes (mallkus o señores de hombres y territorios, cabezas de linaje), considerándolas más como verdaderas en-
carnaciones monumentales del ancestro mismo que se desea honrar. Y en tal capacidad las chullpas serían responsables
de hacer lo que hacen los ancestros, es decir, "proteger los campos y los rebaños, y promover su fertilidad; proteger la
cosecha; traer prosperidad a sus descendientes y proporcionarles comida, agua y otros bienes (almacenados); representar
al grupo ante extraños; defender la comunidad y su territorio; luchar contra sus enemigos; inspirar decisiones políticas",
y demás acciones fundamentales para la comunidad ([4]). Además, hay evidencias de que, antes y después de la domi-
nación inca, las chullpas eran empleadas como marcadores de límites territoriales (Fig. 1) o, de alguna manera, como
construcciones que señalaban las tierras controladas por diferentes familias, linajes u organizaciones comarcales (ayllus)
([14]).
III. CHULLPAS: TORRES FUNERARIAS DEL ALTIPLANO
Podemos imaginar la sorpresa de los primeros exploradores europeos al encontrarse con estas vistosas construcciones
mortuorias torriformes distribuidas en la extensa llanura altiplánica. Uno de los primeros cronistas, el soldado y explorador
Pedro Cieza de León, en La crónica del Perú (1553), relata que "tienen estos indios distintos ritos en hacer las sepulturas,
porque en la provincia de Collao (como relataré en su lugar ([16] cap. C), las hacen en las heredades, por su orden, tan
grandes como torres, unas más y otras menos, y algunas hechas de buena labor, con piedras excelentes, y tienen sus puertas
que salen al nacimiento del sol, y junto a ellas (como también diré) acostumbran a hacer sus sacrificios y quemar algunas
cosas, y rociar aquellos lugares con sangre de corderos o de otros animales"([16] cap. LXIII: 266). Y más adelante agrega
algunos detalles sobre la ubicación y las características constructivas de las chullpas: "por las vegas y llanos cerca de los
pueblos estaban las sepulturas destos indios, hechas como pequeñas torres de cuatro esquinas, unas de piedra sola y otras
de piedra y tierra, algunas anchas y otras angostas; en fin, como tenían la posibilidad o eran las personas que lo edificaban.
Los chapiteles, algunos estaban cubiertos con paja; otros, con unas losas grandes; y parecióme que tenían las puertas estas
sepulturas hacia la parte de levante" ([16] cap. C: 357).
Pocos años más tarde, en 1571, el cronista y encomendero Juan Polo de Ondegardo no solo describe en detalle los
enterramientos de los indios, sino sus costumbres y la pervivencia de las torres chullpa (los "sepulcros de sus mayores"),
las que, pese a su prohibición, seguían en uso durante la colonia castellana: "Es cosa común entre indios desenterrar
secretamente los defuntos de las iglesias, o ciminterios, para enterrarlos en las Huacas, o cérros, o pampas, o en sepulturas
antiguas, o en su casa, o en la del mesmo defunto, para dalles de comer y bever en sus tiempos. Y entonces beven ellos, y
baylan y cantan juntando sus deudos y allegados para esto" ([17] : 194).
Es así que, en 1574, para evitar los continuos enterramientos en los chullpares, el virrey Toledo expide una Ordenanza
que dictamina "que cada juez en su distrito haga que todas las sepulturas de torres que están en bóvedas en las montañas,
e sierras, se derruequen e haga hacer un hoyo grande donde se pongan revueltos los huesos de todos los difuntos que
murieron en su gentilidad" ([10] ). Como sabemos, estas órdenes se ejecutaron solo en parte, a juzgar por la gran cantidad
de chullpares que sobrevivieron a nuestros días. Incluso varias décadas después de esta Ordenanza, las chullpas seguían
atrayendo la atención de los cronistas (Fig. 2). Es el caso del ya mencionado Padre Cobo, quien, en su Historia del Nuevo
Mundo, de 1653, escribía: "Hacíanlas por las vegas, dehesas y despoblados, unas cerca y otras lejos de sus pueblos. Todas
eran en forma de torrecillas, las menores de un estado [unos 195 cm] de alto, poco más o menos, al talle de nuestras
chimeneas, algo más capaces, y las mayores de cuatro a seis estados de alto. Todas tienen las puertas al oriente, y tan bajas
y estrechas como bocas de horno, que no se entra en ellas sino pecho por tierra." ([18] Lib. MV, cap. 18, II: 271-273).
IV. ORIENTACIÓN DE LAS CHULLPAS: ¿ASTRONOMÍA O TOPOGRAFÍA?
Un elemento que se destaca de la narración de estos cronistas tempranos es la orientación de los vanos de entrada de
las chullpas hacia el oriente: hacia el "nacimiento del sol"o"la parte de levante" según Cieza de León, o con "las puertas
al oriente"según el Padre Bernabé Cobo. Esta orientación que podríamos llamar astronómica es coherente con la idea de
que los cuerpos de los difuntos, guardados por la eternidad en el interior de las torrecillas, recibieran los primeros rayos
del Sol de cada día, impregnándose de la energía revigorizante del astro.
Sin embargo, el paisaje andino para la cultura aymara estaba poblado de elementos sagrados y su cosmovisión incluía
tres planos o "Pachas"(superior, terrestre e interior) que se conectaban a través de sitios especiales, lugares míticos de
origen de donde había salido el primer ancestro, llamados pacarinas o huacas ([19]). Por lo tanto, es de esperar que la
orientación topográfica, hacia sitios especiales del paisaje terrestre, también haya dejado su rastro en las chullpas.
Como narra Cieza de León: "cuentan estos indios que tuvieron en los tiempos pasados por cosa cierta que las ánimas
que salían de los cuerpos iban a un gran lago, donde su vana creencia les hacía entender haber sido su principio" ([16]).
Así, lagos (como el Titicaca en el actual límite entre Bolivia y Perú) o incluso lagunas prominentes, estaban muchas veces
dotados de poderes de recreación o revitalización. La misma veneración se daba con los volcanes y montes nevados que
se destacan en el paisaje del altiplano andino, asociados con el culto a los antepasados. Como resultado, es natural que
en el trabajo de campo de años subsiguientes se hayan encontrado chullpares orientados hacia los lagos, hacia los cerros
Gangui et al. / Anales AFA Vol. 35 Nro. 4 (Diciembre 2024 - Marzo 2025) 87-94 89